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Imagina que eres parte de una IA que controla a incontables individuos, lo que te permite saber lo que cada uno de ellos pueden ver y sentir. Ahora imagina que esa IA es parte de una facción militar en un universo en pugna que, de pronto, desaparece, por lo que ahora quedas en silencio y con una abrumadora sensación de soledad.

Ahoras tendrá que averiguar qué sucedió, en medio de una lucha por el poder entre personajes dispuestos a hacer lo que sea por lograr sus metas.

Incluso, arrasar mundos enteros.

Esta es la premisa de “Justicia Auxiliar”, la sorprendente primera novela de la autora de ciencia ficción norteamericana Ann Leckie. Con esta novela, Leckie nos lleva a una aventura espacial de lo que se podría llamar la “vieja escuela”, donde la construcción de toda una civilización, con sus reglas, mitos y ambiciones, es una de las columnas que sostienen la historia.

En lo personal, “Justicia Auxiliar” resultó ser una novela que me trajo recuerdos de la época dorada de la ciencia ficción, con autores como Arthur C. Clarke, Orson Scott Card y Frank Herbert. Historias densas que, en ocasiones, obligan a bajar el ritmo de la lectura para asimilar nueva información que da contexto a lo que está por venir.

“Justicia Auxiliar”, la primera de la Trilogía del Radch 1, fue publicada en 2013, alzándose con los mayores premios para autores de ciencia ficción:

  • Premio Hugo a la mejor novela, otorgado por la World Science Fiction Society (WSFS), anunciado en la 72ª World Science Fiction Convention (Loncon 3).
  • Premio Nébula a la mejor novela de la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos.
  • Premio Arthur C. Clarke a la mejor novela de ciencia ficción del año.
  • Premio BSFA a la mejor novela de la Asociación Británica de Ciencia Ficción.
  • Premio Locus a la mejor primera novela.
  • Tentáculo Dorado en los Kitschies a la mejor primera novela.
  • Premio Seiun a la mejor historia larga traducida, otorgado por la 55º Nihon SF Taikai.

La historia gira alrededor de Breq, quien era parte de la Justicia de Toren, una gran nave del imperio Radch, donde su existencia era compartida con miles de otros individuos conectados a una única AI, como una conciencia única. ​Una traición llevó a la destrucción a esta AI, siendo Breq la única sobreviviente.

Y ahora quiere venganza.

La desesperada lucha del personaje por enfrentar la Lord del Radch, Anaander Mianaai (culpable de la destrucción de Justicia de Toren y de todos los que la conformaban), lleva a Breq a un pequeño mundo congelado, que es donde la encontramos en un inicio.

Si bien no es la única vez que una nave espacial es parte de la historia como personaje (tenemos a Discovery 1 de 2001, Odisea en el Espacio, con HAL 9000 como su aterradora conciencia), el hecho de utilizar una IA de conciencia compartida sí le da un interesante toque al argumento. Y hay que reconocer que Ann Leckie supo manejar esta singularidad de manera inteligente para no sobrecargar de explicaciones una situación de por sí bastante amplia y compleja.

Otro de los aciertos es que no abandona la idea de la conciencia compartida como simple entrada a la historia, sino que la desarrolla como una realidad con un pasado tangible, con pro y contras en su uso, con un contexto moral que le otorga solidez a esta construcción futurista.

¿Qué tanto se compartía? ¿Por qué? ¿Qué ventajas ofrecía esto? ¿Qué recuerdos eran grupales? ¿Qué sensación se tiene cuando la conexión desaparece y sólo queda la soledad, el silencio y un deseo de venganza que crece capítulo tras capítulo?

Ahora bien, si hablamos de una conciencia compartida en cuanto a Justicia de Toren, este concepto se replica en el resto de la estructura social de los Radch. De hecho, la Lord del Radch, Anaander Mianaai posee muchos otros cuerpos repartidos por todo su imperio, los cuales utiliza para imponer su voluntad en cada rincón del mismo.

En cuanto a la construcción de la civilización (uno de los puntos considerados de vital importancia en las novelas de “ciencia ficción dura”), la autora de la novela se apoya en el imperio romano con todos sus defectos sociales. Y hay que acotar un detalle: no hay diferencia entre los sexos y se emplea el femenino en toda ocasión.

Esto trae reminiscencias de “La mano izquierda en la oscuridad” de la fabulosa escritora estadounidense Ursula K. Le Guin. Sin embargo, vale acotar lo siguiente: mientras que en la obra de Le Guin existe un sólo sexo biológico (que oscila según las estaciones entre masculino y femenino), en la obra de Leckie existen los dos sexos, aunque solamente se utilice el femenino.

Otro de los fuertes de esta obra es el cuidado en los detalles al ubicar al lector en el entorno en el que se mueven los personajes. La novela es altamente descriptiva en lo visual y cuida mucho los detalles en el entorno social y tecnológico en el que se desarrolla.

Además, maneja con acierto el suspense requerido en toda historia de venganza con un toque de aventura, mientras Breq se va a acercando a su objetivo, al tiempo que descubre múltiples bemoles sobre la realidad del imperio que pueden llegar a confundirla, pero nunca a apartarla de su meta.

Para algunos críticos, la novela adolece de los fallos típicos de cualquier primera novela, pero en lo personal considero que esto no afecta su calidad. Sí, es cierto que a veces los ritmos no son todo lo coherente que debería ser, o que la distribución de la información se complica un poco (dar forma a este tipo de IA cooperativa no es nada sencillo), pero esto no opaca el hecho de ser una historia novedosa, quizás más ambiciosa de lo que convendría ser pero no por ello menos entretenida.

Resumiendo, “Justicia Auxiliar” cumple con lo que un lector de ciencia ficción busca, sobre todo si se decanta por un estilo con un realismo más quisquilloso. Lo social, lo tecnológico, lo humano y hasta lo religioso tiene un puesto en esta novela y la suma de todos ellos garantizan un emocionante viaje por un imperio cuyo concepto de lo que es moralmente aceptable se tasa según sea o no útil para el objetivo de sus personajes.