Durante mucho tiempo, el arte de escribir una novela negra fue altamente apreciado por un gran número de lectores en todo el mundo, quienes se sumergían en casos opresivos que transcurrían en ambientes oscuros, con personajes de dudosa moralidad y de retorcida psicología, incluyendo a nuestro personaje principal.
A este género pertenecen los clásicos como El Halcón Maltés de Samuel Dashiell Hammett, la cual fue llevada exitosamente al cine con Humphrey Bogart en el papel principal, así como El Cartero llama dos veces de James M. Cain, la cual llegó a ser prohibida en algunas ciudades por su contenido de violencia y sexo.
Con el pasar del tiempo, este género comenzó a descender ante el avance de historias más fáciles de digerir, menos pesadas y más juveniles.
Pero en 2005 ocurre lo que algunos consideran el renacer de este estilo, gracias al ya fallecido escritor Stieg Larsson y a su saga (incompleta) de Millenium. En ellas, Larsson narra los retorcidos casos investigados por una chica antisocial, hacker y con memoria fotográfica, y por un periodista de investigación de la revista Millenium.
Como punto adicional, te acotó que Larsson planeaba diez libros para completar la saga. Lamentablemente, murió en 2004, dejando sólo tres obras completas, las cuales fueron publicadas póstumamente: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.
La editorial poseedora de los derechos de la saga contrató a David Lagercrantz (un autor más conocido por escribir la biografía de un futbolista), para continuar con la obra de Larsson. De él son La Chica en la telaraña (en Suecia, de dónde era su autor, se le conoce como Lo que no nos mata), así como El hombre que perseguía su sombra y La chica que vivió dos veces.
Pero volviendo al punto que nos interesa: ¿cómo escribir una novela negra?
Veamos:
Si no te apasiona, ni lo intentes.
¿Es esto una regla? Pues casi. La novela negra requiere en muchos casos más tripas que cerebro. Es decir, verter en letras aquello que te atormenta. Algo similar ocurre con las de terror.
Sacude al lector desde el inicio.
Es mejor que sacudas al lector para que sepa, bien temprano, en el lío en el que está metido. Y muy especialmente si es tu primera obra. Si le inyectas su debida porción de adrenalina, no te abandonará tan fácilmente.
Todo gira alrededor del crimen y de criminal.
Lógico, ¿verdad? Pero por más lógico que te parezca es mejor que te lo grabes bien en tu cabeza para cuando se te ocurra darle un giro extraño en algún lado. Al escribir una novela negra es mejor que seas lineal. Así, sin distracciones innecesarias, tendrás toda la atención de tu lector.
Crea un investigador atormentado.
Hay ocasiones en la que no sabemos quién es más problemático, el investigador o el asesino. Y esto es bueno. De esta manera, el lector no tendrá un parámetro confiable y estará ansioso por saber cómo reaccionará el «héroe» de la historia.
No adelantes mucha información al lector.
Al escribir una novela negra has que el lector esté a la par con lo que el detective investiga. No es sencillo, es verdad, pero esto creará un vínculo entre el lector y el personaje, además que los dos se sorprenderán por lo que ha de suceder.
Dale un apoyo moral al investigador.
Eso es, una persona que esté con él cuando más lo necesite, que sea un respaldo. Y luego convierte este respaldo en un elemento más de tensión para el personaje principal. Cruel, pero ¿acaso esta es una historia de superación personal?
Muertos, muertos y más muertos.
¿Has leído una novela negra sin muertos? La verdad es que al escribir una novela negra casi siempre recurrimos a una muerte de apertura. Podemos presenciar el asesinato o haremos referencia sobre él. En el transcurso de tu historia puedes acompañar esta muerte con otras, eso sí, todas ellas justificadas y que otorguen sentido a la historia.
Sé atento con la ambientación.
Recuerdo que leí que para la película Seven, el director exigió que todo se viera sucio y abandonado. Incluso utilizó el recurso de lluvia para acrecentar la sensación de desasosiego en la obra. Eso es cuidado en los detalles. Así que construye un ambiente tan pesado que hasta tú mismo desees salir corriendo de allí.
Describe a tus personajes.
Al escribir una novela negra debes describe lo mejor que puedas tanto para el «héroe» como para el «villano». Esto es con el objetivo de darle la fuerza que necesitas (la que tú quieres que el lector vea) y no dejar que el lector lo modele a su manera. Pero recuerda que no debes soltar la descripción de sopetón. Después de dibujar su aspecto personal (primera impresión) te encargarás de destacar los otros elementos que conforman su personalidad.
Atención a los diálogos.
Los diálogos son importantes, ya que se usa para expresar situaciones más que las palabras. Funciona para indicar la actitud de los personajes: su cinismo, su falta de fe, de moralidad (o inmoralidad), etc. Recuerda que no estás escribiendo sobre los siete enanos de Blancanieves, sino sobre personas que no desearías cerca de tu mamá, de tus hermanas ni de tus hijas. Y serán los diálogos los que mejor apuntalarán la imagen de cada uno de ellos.
Alimenta los conflictos.
Así es. Nadie espera que en una Novela Negra todos se lleven bien. Al contrario, debe existir tensión en abundancia. Y por supuesto, debe ser justificada. Y si alguno de los personajes está solo, revienta sus conflictos internos. Al escribir una novela negra, la amargura será uno de los condimentos esenciales.
Sumérgete tú mismo en la historia.
Este es un consejo que se aplica a todos los escritores. Pero considero que es mucho más válido si hablamos del género negro. Te explico: si al entrar en tu propia obra te provoca moler a golpes al desgraciado protagonista y cortar en pedacitos al villano; si la ambientación te revuelve el estómago (por tensión, no por asco), si sientes que la situación se te escapa de las manos y que todo pende de un hilo, entonces, amigo mío, ya estás listo para quitarle unas cuantas miles de palabras y hacerla aún más concentrada.
Las novelas negras no son conocidas por ser muy largas, y mientras más densa, más corta. Esto es por el simple hecho de que no todos soportan un gran estrés por mucho tiempo, algo que se aplica tanto al lector como al escritor.