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«La Luna es una cruel amante» («The Moon is a Harsh Mistress») de Robert A. Heinlein, es una obra de ciencia ficción publicada bajo la modalidad de entregas entre 1965 a 1966. Para muchos, es una de las mejores obras del mismo autor de «Tropas del espacio» («Starship Troopers») una de sus más conocidas novelas, la cual fue llevada al cine en 1997, no logrando el éxito que se esperaba a pesar de su excelente factura.

«La Luna es una cruel amante», ganadora del premio Hugo de 1967, está ambientada en un futuro en el que nuestro satélite natural se encuentra habitado. Es la versión futurista de la Australia de siglos pasados, la cual era utilizada como una colonia penal a donde Inglaterra enviaba a sus prisioneros. De hecho, el proceso de autogobierno, anarquismo funcional y dinámica social propia desarrollada por esta sociedad prácticamente abandonada de la mano de Dios, están evidentemente incrustados en el ADN de esta novela.

Bajo semejante panorama, los lazos con la Tierra no eran todo lo armónico que podrían ser. El gobierno terrestre considera a la Luna de su propiedad y a sus habitantes como personal de trabajo a su servicio. De seguro ya habrán captado la extrapolación del proceso de colonización histórica terrestre con el argumento general de esta historia.

Como era de esperarse, el dominio de la Luna representa un elemento de vital importancia para la Tierra, por lo que las ciudades selenitas se encuentran militarizadas, en una representación bastante ajustada al Belfast irlandés de la década de los 70’. Y a mayor opresión, mayor rebeldía por parte de sus habitantes.

A lo largo de esta historia seremos testigos de cómo se va formando una revuelta de carácter popular, bajo la dirección a hábiles agitadores. Por supuesto, no todos comparten esta visión emancipadora: hay quienes están de acuerdo con buscar la libertad de la Luna y otros que consideran que esto sólo llevará a guerra y muerte, pago prácticamente imposible de evadir cuando se tiene la libertad como meta.

Palabra a palabra, idea a idea, encontraremos muchas referencias soterradas sobre diferentes movimientos de independencia a lo largo de la historia, a medida que la bola de nieve del descontento va rodando para agrandarse hasta un muy bien logrado final.

Sobre su autor, Robert A. Heinlein, hay que aclarar que si bien sus historias no cuentan con el factor humano que destaca a Ray Bradbury, o el ágil estilo narrativo de Isaac Asimov, su redacción, seca y algo cortante, es precisa para describir el levantamiento selenita. Motivaciones, ambientación, uso de tecnología creíble para la conquista lunar, política, estrategia militar, etc., hacen de «La Luna es una cruel amante» uno digno ejemplo la época dorada de la ciencia ficción de los 60’.