Imagina un libro lleno de dibujos extraños de plantas que no existen y símbolos que desafían cualquier lógica que nos lleva a pensar que estamos ante un lenguaje alienígena. Un texto escrito en un idioma que nadie entiende, con letras que parecen bailar en el papel. Este libro existe, y se llama el Manuscrito Voynich.
Este libro debe su nombre al comerciante de libros de segunda mano Wilfrid Voynich, quien afirmó descubrirlo en la biblioteca del colegio jesuita de Villa Mondragone, Italia, en 1912, aunque ya existía información sobre el mismo desde 1580. Ahora bien, ¿quién era Wilfrid Voynich?
De doctorado a cazador de libros raros.
Este comerciante, de origen polaco, nació en 1865, residiendo en Lituania, territorio que era parte del Imperio Ruso. Sus ideales revolucionarios le valieron una estadía en Siberia. Tiempo después logró escapar a Inglaterra cortando camino por Manchuria. Pero no sólo era comerciante: también era graduado en química y licenciado en farmacia. Además, estudió en las Universidades de Varsovia y San Petersburgo, logrando doctorarse en la Universidad de Moscú, aunque su carrera se centró en la búsqueda de libros raros que compraba a bajo precio a sus dueños, a los que convencían del escaso valor de los libros en su posesión para ofrecerlos a personajes ricos dispuestos a pagarles una verdadera fortuna. Sobre el libro, Voynich aseguraba que este poseía profundos conocimientos de alquimia que podrían revolucionar la ciencia al ser descifrados.
Venciendo a los expertos.
Pero volvamos al Manuscrito Voynich y el porqué se trata de un libro tan especial. Comencemos por el hecho de que está escrito con una letra cursiva que recuerda al idioma élfico de Tolkien, sin que se haya podido establecer su origen. Este «idioma» ha resistido el análisis de los mejores criptógrafos del mundo. Incluso el de William Friedman, uno de los grandes criptógrafos del siglo XX y creador de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés). Friedman, obsesionado por el contenido de este libro, le dedicó 30 años intentando descifrar el código del manuscrito, resultando infructuosos todos sus esfuerzos.
Entre los intentos más recientes para desentrañar el misterio destacan los de Greg Kondrak, profesor de ciencia de la computación, y Bardley Hauer, estudiante de postgrado, ambos de la Universidad de Alberta, en Canadá. Haciendo uso de la IA, buscaron establecer cuál es la lengua en la que podría basarse lo escrito en el Manuscrito Voynich. El resultado arroja aún más misterio sobre este libro: el hebreo.
El Manuscrito Voynich.
A la vista se trata de un libro poco impresionante, de apenas 22 por 15 centímetros y 5 de grosor, elaborado en pergamino fino, con un total de 232 páginas (algunas faltantes y otras desplegables). El texto lo componen casi cuarenta mil palabras con 25 tipos de letras diferentes. Le completan centenares de imágenes tan enigmáticas como el propio texto: flores de siete pétalos, imágenes astronómicas, mujeres nadando en piscina de burbujas, diagramas zodiacales o astrológicos, entre otras.
¿Otro dato interesante de este códice? Los análisis realizados con el método del carbón 14 establecieron su fecha de elaboración entre 1404 y 1434, resultado que coincide con el hecho de que en la forma de sus letras se pueden detectar trazos de caracteres latinos, los cuales eran de uso común en Europa occidental entre el siglo XV y comienzos del XVI.
Como se indicó antes, la primera noticia sobre este libro data de 1580, cuando el emperador Rodolfo II de Hansburgo, un verdadero fan de la magia y de las ciencias ocultas, compró el códice a los ingleses John Dee y Edwards Kelley; el primero un supuesto mago que hablaba con los ángeles por medio de las piedras y el segundo un reconocido embaucador.
Enigmas sin fin.
El libro no posee el nombre de su autor, lo que acrecienta aún más el misterio de su origen. Esto hace que la lista de aquellos a los que se atribuye su autoría sea bastante larga: desde el monje inglés Roger Bacon hasta Leonardo da Vinci (en este caso, porque el libro parece haber sido escrito por un zurdo y el genio italiano lo era). También se apunta a los cátaros, a la adaptación de algún texto de origen ucraniano con letras latinas y al arquitecto Filarete, entre otros.
Como vemos, los enigmas sobre este escaso conjunto de páginas no dejan de sumarse. Está el hecho de que la disposición de la escritura no respeta las normas por las que se rige la estructura semántica de todos los idiomas. En el Manuscrito Voynich hay palabras que se repiten hasta tres veces en la misma línea y hasta 15 veces en la misma página, a lo que hay que agregar que, si bien está escrito a mano, las letras son extraordinariamente homogéneas, increíblemente regulares y prácticamente iguales, como si se hubiera utilizado alguna plantilla para dibujarlas.
No faltan quienes afirman haber resuelto el misterio del códice, como es el caso del doctor Gerard Cheshire de la Universidad de Bristol. Dicho investigador aseguró en 2019 que dicho manuscrito estaba escrito en «proto-romance», el precursor, según él, de las lenguas existentes hoy en día como el francés, rumano, italiano, gallego, catalán y el castellano. Hay que aclarar que hasta el momento no existe una traducción de este libro por parte de Cheshire, además de que sus comentarios no fueron bien recibidos por algunos expertos en estudios medievales.
El Santo Grial de la criptografía.
¿Estamos ante un sistema de comunicación hermético? ¿Un muy bien elaborado fraude? ¿La broma de algún antiguo genio de la criptografía? ¿Un arcano manual de ciencias ocultas?
En la actualidad, el Manuscrito Voynich se resguarda en la Biblioteca Beinecke de Libros y Manuscritos Raros de la Universidad de Yale. Desde allí sigue intrigando tanto a los fanáticos de lo misterioso, como a los hombres de ciencia, convirtiéndose por derecho propio en uno de los mayores enigmas criptográficos de la historia.
Un enigma que parece estar muy lejos de ser revelado.